El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, (el primer domingo de Adviento, el año pasado), hemos ido recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios que componen el único misterio de Cristo: desde el anuncio de su venida (Adviento), hasta su muerte y resurrección (Ciclo Pascual), pasando por su nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) y la cadencia semanal del domingo. Con cada uno de ellos, hemos ido construyendo un arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de la solemnidad de Cristo – Rey del Universo, es decir, de Cristo – Glorioso que es el centro de la creación, de la historia y del mundo.
La Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo nos recuerda que la verdadera realeza del Señor reside en el amor y en la paz. Su trono es la cruz, y su corona, la de espinas. Jesucristo es un rey muy diferente a los reyes mundanos. Muchos poderes se basan en el dominio, en la opresión, en el abuso. Jesucristo no tiene nada que ver con todo ello. Pero, en la humildad y desde ella, Jesús es el principio y fin de todo. Él es el único Señor de todo el universo, de toda la creación.
Además, esta Solemnidad de Jesucristo, como rey del universo, es frontera entre dos años litúrgicos. Terminamos el Ciclo B, e iniciamos –con el domingo siguiente- el Ciclo C. El domingo 29 de Noviembre comenzaremos con el tiempo de Adviento, que nos llevará a prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesucristo.
